Sacerdote y Mártir
Primer Santo Paraguayo
Martirologio Romano: En Caaró, del Paraguay, santos Roque González y Alfonso Rodríguez, presbíteros de la Orden de la Compañía de Jesús y mártires, que ganaron para Cristo a los pueblos indígenas abandonados, fundando las llamadas «reducciones», donde el trabajo y la vida social se compaginaban libremente con los valores del cristianismo, y por esto fueron asesinados a traición por el sicario de un personaje adicto a las artes mágicas. († 1628)
Fecha de canonización: 16 de mayo de 1988 por el Papa Juan Pablo II
Breve Biografía
El primer santo paraguayo, Roque González de Santa Cruz, nació en Asunción en
el año 1576. Durante los primeros años de su vida aprendió a hablar el guaraní
y a trabajar el campo. Ambas cualidades le fueron de gran utilidad en su
ulterior labor evangelizadora. A los 23 años recibió la ordenación sacerdotal
siendo uno de los primeros sacerdotes diocesanos ordenados en la región de Río
de la Plata.
Al inicio, su labor pastoral se centró en la atención a los indígenas, a
quienes amaba entrañablemente. Ocho años más tarde fue nombrado párroco de la
catedral de Asunción. Su abnegada dedicación a los demás, junto con su espíritu
práctico le merecieron el cargo de provisor y vicario general de todo el
obispado.
Sin embargo, en medio de estos progresos y reconocimientos, el P. Roque
experimentaba una gran nostalgia por su labor con los indígenas. Así, el 9 de
mayo de 1609 abandonó sus cargos y privilegios para ingresar en el noviciado de
la Compañía de Jesús. La decisión -como sucede a menudo- no estuvo exenta de fricciones,
especialmente con sus familiares que pertenecían a la clase privilegiada de la
colonia (el hermano del P. Roque era teniente general y gobernador de
Asunción).
Su ingente labor misionera comenzó en la reducción de “san Ignacio de Loyola”.
En ella los aborígenes aprendían trabajos manuales y las primeras letras, y se
les instruía en la doctrina católica. Los misioneros llevaban la paz de Cristo
a esos territorios y, respetando las tradiciones culturales de los nativos,
purificaban aquellos aspectos contrarios al mensaje de Cristo. El P. Roque era
el alma de la vida litúrgica y religiosa de la reducción; pero también –sin
descuidar la cura de almas- un solícito promotor de su vida económica y social.
Su anhelo de llevar el evangelio a sus “nuevos hijos”, como él solía llamarlos,
le llevó a emprender la fundación de 10 reducciones más.
A pesar del bien que los misioneros realizaban en la región, su labor no dejó
de inquietar a los hechiceros, que veían en ellos una amenaza para sus
supersticiones. En noviembre de 1628, mientras el P. Roque y otro sacerdote, el
P. Alfonso Rodríguez, trabajaban en la reducción de Todos los Santos del Caaró,
un hechicero llamado Nezú organizó una revuelta.
En ella los indígenas asesinaron a los misioneros con sus italaás -una especie
de hacha- y entregaron sus cuerpos a las llamas.
Los asaltantes quemaron el cuerpo del P. Roque, pero milagrosamente, quedó
intacto el corazón. Para gran asombro de los asesinos, el corazón del santo les
habló haciéndoles ver lo que habían hecho e invitándoles al arrepentimiento.
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