Hora Intermedia
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre
y por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO
El trabajo, Señor, de cada día
nos sea por tu amor santificado,
convierte su dolor en alegría
de amor, que para dar tú nos has dado.
Paciente y larga es nuestra tarea
en la noche oscura del amor que espera;
dulce huésped del alma, al que flaquea
dale tu luz, tu fuerza que aligera.
En el alto gozoso del camino,
demos gracias a Dios, que nos concede
la esperanza sin fin del don divino;
todo lo puede en él quien nada puede. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Yo consulto, Señor, tus leyes porque con ellas me diste vida.
Salmo 118, 89-96
XII (Lamed)
CONTEMPLACIÓN DE LA PALABRA DE DIOS EN SU LEY
Os doy un mandamiento nuevo: que os améis mutuamente como yo os he amado (Jn 13, 34).
Tu palabra, Señor, es eterna,
más estable que el cielo;
tu fidelidad de generación en generación,
igual que fundaste la tierra y permanece;
por tu mandamiento subsisten hasta hoy,
porque todo está a tu servicio.
Si tu voluntad no fuera mi delicia,
ya habría perecido en mi desgracia;
jamás olvidaré tus decretos,
pues con ellos me diste vida;
soy tuyo, sálvame,
que yo consulto tus leyes.
Los malvados me esperaban para perderme,
pero yo meditaba tus preceptos;
he visto el límite de todo lo perfecto:
tu mandato se dilata sin término.
Ant. Yo consulto, Señor, tus leyes porque con ellas me diste vida.
Ant. 2. Tú, Señor, fuiste mi esperanza desde mi juventud.
Salmo 70
TÚ, SEÑOR, FUISTE MI ESPERANZA DESDE MI JUVENTUD
Que la esperanza os tenga alegres; estad firmes en la tribulación (Rom 12, 12).
I
A ti, Señor, me acojo:
no quede yo derrotado para siempre;
tú que eres justo, líbrame y ponme a salvo,
inclina a mí tu oído, y sálvame.
Se tú mi roca de refugio,
el alcázar donde me salve,
porque mi peña y mi alcázar eres tú.
Dios mío, líbrame de la mano perversa,
del puño criminal y violento;
porque tú, Dios mío, fuiste mi esperanza
y mi confianza, Señor, desde mi juventud.
En el vientre materno ya me apoyaba en ti,
en el seno tú me sostenías,
siempre he confiado en ti.
Muchos me miraban como a un milagro,
porque tú eres mi fuerte refugio.
Llena estaba mi boca de tu alabanza
y de tu gloria, todo el día.
No me rechaces ahora en la vejez,
me van faltando las fuerzas, no me abandones;
porque mis enemigos hablan de mí,
los que acechan mi vida celebran consejo;
dicen: "Dios lo ha abandonado;
perseguidlo, agarradlo, que nadie lo defiende".
Dios mío, no te quedes a distancia;
Dios mío, ven aprisa a socorrerme.
Que fracasen y se pierdan
los que atentan contra mi vida,
queden cubiertos de oprobio y vergüenza
los que buscan mi daño.
Ant. Tú, Señor, fuiste mi esperanza desde mi juventud.
Ant. 3. En la vejez y las canas, no me abandones, Dios mío.
II
Yo, en cambio, seguiré esperando,
redoblaré tus alabanzas;
mi boca contará tu auxilio,
y todo el día tu salvación.
Contaré tus proezas, Señor mío,
narraré tu victoria, tuya entera.
Dios mío, me instruiste desde mi juventud,
y hasta hoy relato tus maravillas,
ahora, en la vejez y las canas,
no me abandones, Dios mío,
hasta que describa tu brazo
a la nueva generación,
tus proezas y tus victorias excelsas,
las hazañas que realizaste:
Dios mío, ¿quién como tú?
Me hiciste pasar por peligros,
muchos y graves:
de nuevo me darás la vida,
me harás subir de lo hondo de la tierra;
acrecerás mi dignidad,
de nuevo me consolarás;
y yo te daré gracias, Dios mío,
con el arpa, por tu lealtad;
tocaré para ti la cítara,
Santo de Israel;
te aclamarán mis labios, Señor,
mi alma, que tú redimiste;
y mi lengua todo el día
recitará tu auxilio,
porque quedaron derrotados y afrentados
los que buscaban mi daño.
Ant. En la vejez y las canas, no me abandones, Dios mío.
TERCIA
LECTURA BREVE 1 Pe 5, 10-11
Tras un breve padecer, el Dios de toda gracia, que os ha llamado a su eterna gloria en Cristo Jesús, él mismo os restablecerá, os afianzará, os robustecerá. A él la gloria y el poder, por los siglos de los siglos. Amén.
V. Los santos que esperan en el Señor.
R. Serán fuertes y no fallarán.
ORACIÓN
Dios de nuestros padres, llénanos de la ciencia de la cruz con la que colmaste, en el martirio, a santa Teresa Benedicta, y concédenos, por su intercesión, que te busquemos siempre a ti, la Verdad más alta, y que hasta la muerte guardemos fielmente la alianza de amor eterno que, para salvar el mundo, has sellado con la sangre de tu Hijo. Por nuestro Señor Jesucristo.
SEXTA
LECTURA BREVE Hb 11, 33
Los santos, por la fe, subyugaron reinos, ejercieron la justicia, alcanzaron lo prometido, por su fe en Cristo nuestro Señor.
V. Vuestra tristeza.
R. Se convertirá en alegría.
ORACIÓN
Dios de nuestros padres, llénanos de la ciencia de la cruz con la que colmaste, en el martirio, a santa Teresa Benedicta, y concédenos, por su intercesión, que te busquemos siempre a ti, la Verdad más alta, y que hasta la muerte guardemos fielmente la alianza de amor eterno que, para salvar el mundo, has sellado con la sangre de tu Hijo. Por nuestro Señor Jesucristo.
NONA
LECTURA BREVE Sb 3, 1-2a. 3b
Las almas de los justos están en las manos de Dios y no los alcanzará tormento alguno. Creyeron los insensatos que habían muerto; pero ellos están en la paz.
V. Al volver, vuelven cantando.
R. Trayendo sus gavillas.
ORACIÓN
Dios de nuestros padres, llénanos de la ciencia de la cruz con la que colmaste, en el martirio, a santa Teresa Benedicta, y concédenos, por su intercesión, que te busquemos siempre a ti, la Verdad más alta, y que hasta la muerte guardemos fielmente la alianza de amor eterno que, para salvar el mundo, has sellado con la sangre de tu Hijo. Por nuestro Señor Jesucristo.
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.